La niña

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A mi edad ya es bastante complejo recordar los sentimientos que una vez se tuvieron; no se sienten a flor de piel como antes, porque ahora la piel está cuarteada por el trabajo, el tiempo y la vida. Por mi edad he dejado de pensar correctamente, me atormenta saber que no todo lo hice bien, y que, a pesar de los años, sigo cargando con mis culpas.

Siento que por fin la edad me está ayudando, la muerte está más presente y me gustaría que viniera por este vejestorio que soy yo. Dicen que cuando es tu último día recuerdas con claridad, eso me gustaría; recordar aquellos días que ya caducaron, días en los que estuve con ella.

Mi cabeza atolondrada se ha encargado de olvidarla por no sentirla, pero a veces su esencia viene a mi mente y parece que solo regresa a reclamar lo que le negué. Nunca supo muchas cosas y siempre tuvo dudas porque yo no las dejaba en el aire, sino en el silencio. Ahí en donde sí existe el eco.

Ella siempre nos vio juntos. Decía que en todo estaba mi reflejo y esa era una manera suya, muy bonita por cierto, de decirme que siempre estaba en su pensamiento. Quisiera recordar con franqueza todo lo que viví con ella, pero no puedo. Me da rabia que al final la edad me hizo la jugada y provocó que la olvidara. Aunque me da más rabia saber que solo la felicidad se extingue y los malos tratos se quedan como cicatrices en la vida de uno.

La última vez que nos vimos fue para despedirnos. Peleamos, ella no me dejaba ir y yo no quería que me dejará hacerlo, pero no podía seguir aquí, sufriendo, recordando mi pasado y lo malo que había hecho con otros, con otras.  No tenía cura y no quería contagiarle todo mi mal, mancharla y hacerla infeliz.

—¡Quédate! ¿A qué le temes? ¿A que la edad te llegue y yo esté con alguien más? ¿Ese es tu miedo? O simplemente no me quieres.

Eres una niña. Es eso. No puedo estar contigo. Ya estoy grande, ya viví, te toca a ti, pero por tu cuenta. Lejos de mí.

Me abrazó y dejó sus lágrimas en mi rostro como recuerdo del día que más la hice sufrir. Se fue, y al final ella me dejó a mí, a media calle, a media vida.

 

No recuerdo más de ella, no recuerdo su sonrisa, sus tactos, la forma en que me decía que yo era su vida; no recuerdo otra cosa más que la tristeza y es por eso por lo que me quiero morir. Quiero que este cuerpo me abandone, que este inútil esperpento me suelte. Solo quiero que el alma se quede para que mi amor por ella siga presente. Quiero morir porque solo así volveré a ser de ella.

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