para que fuera a llorar a las fiestas
me ponían una falda rosa
y me mandaban con los cachetes pellizcados
los niños se reían de mí
las niñas me ofrecían, contentas
una taza de té inexistente
y yo lloraba
no por lo amargo de la infusión
sino porque nunca
y lo digo como si mordiera una cebolla
nunca lloré sinceramente.
1