Algo germina en mí,
algún nacimiento turbulento,
como un torpe despertar,
se vuelca a la vida.
Terrible e instintivo,
toca mis tripas.
Le temo y resisto,
agazapado en mis normas, las evidentes
seguridades de un hombre.
No conozco su naturaleza.
No tengo palabra para ello.
No puedo ver su forma.
Pero allí, inescrutable,
apenas bajo tierra,
se encuentra la largamente evitada latencia.
Como los hongos en la madera de roble,
donde la montaña de altas laderas
aparta al mar,
Cuando las débiles lluvias de noviembre,
humedecen el mantillo,
despertando sus esporas–
Como ellos,
repugnante, abundante e imperioso,
lo que temo y deseo
asoma su cabeza
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