
En mi corazón
nada debía temer.
Comencé a vivir
sin nombre propio,
sin emociones,
sin sueños ni espíritu.
Sin saber escribir.
Era mi destino
teñido de amarillo.
La huella hundida
sobre el barro
que me decía
cómo vivir.
En mi paraíso,
los insectos se alimentan
de las flores.
Transportan el polen
de flor en flor
Pero hay flores
que con engaños
no cumplen con el trato.
Tienen una forma,
una fragancia, un tamaño,
y un color diferente.
Es el reino vegetal,
adaptándose al
instrumento polinizador.
Mis primeros hijos
son llamados las flores primitivas,
y con una señalada ligereza
son polinizadas por el viento,
la lluvia o la gravedad.
Tan vital
es la relación
que si
un polinizador
desaparece
mis flores mueren.
Es mi deseo,
Querer apaciguar
el fuego de la vida.
Así,
nombraré las cosas
tan detenidamente,
que mi corazón
será una flor.
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