Las cosas sin nombre

cells-gfc1766a3f_1920-thegem-blog-default

El día que las cosas no tuvieron nombre

no fue que no existieran

ni tampoco que fuesen inventadas.

Las cosas sin nombre se fueron sucediendo

como el viento que pasa por el monte

y se lleva consigo el olor de las vacas

del estiércol,

del sudor del campesino,

de las lágrimas del niño,

de la leche de la mujer que amamanta,

de las flores que nacen

crecen, viven y mueren.

Así fue:

a base de hechos,

del aire en movimiento

del tiempo que surge y no se detiene

de la discordia

del amor

de la dificultad

y del logro.

Las cosas sin nombre

sucedieron como surgió

el pergamino

el cuerpo que lo engendró

la pluma que lo escribió

y la voz que lo clamó.

Como la célula primera que se juntó con otra

que quizá fue la primera célula

y luego llegó la mujer y el hombre.

Así sucedió,

de un pensamiento a una palabra

o de una palabra a un pensamiento

pero el espacio

no tiene memoria para contarlo.

Las cosas sin nombre lo tienen

o lo están teniendo

ya no se esconden,

nunca lo hicieron

son ciertos ojos y bocas

que repudian su existencia

pero las voces que confiesan

la libertad

el amor sin límites

la furia del hambre

y el deseo insaciable

no dejan de retumbar en el atrio.

1

Dejar un comentario

X