
Las palabras tienen un poder
que enfrenta realidades.
Evocan revoluciones históricas
e íntimas.
Una palabra es el resultado
del contexto en el que nace:
violencia, hipocresía,
envidia, maltrato,
paz.
Es una expresión del lugar que
nos vio crecer, ser derrotados,
salir de batallas y, si Dios tiene
una porción de humanidad en
su corazón, nos deja un mensaje
al final del diluvio:
¡todo estará bien!
Mis demonios internos me prestan
un diccionario:
ni todo el mal es tan antagónico
ni todo el bien es tan heroico.
Estudio las palabras que me interrogan y
expresan lo difícil que es mirarme en el
lago de mi infancia.
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