
Renacer del latín renasci, significa “volver a nacer”.
Los humanos somos fanáticos de renacer cuando nos sentimos diferentes.
Llega el momento exacto en el que nos inunda la oscuridad, se nos agota el oxígeno y se nos nubla la mente.
Un segundo después descubrimos que ya no somos la misma persona y no nos reconocemos más frente al espejo.
Estamos muertos, sin dios y sin diablo, solos a la deriva en un mundo del que ya no somos parte; eso nos pasa justo después del dolor más terrible de nuestra vida.
Se ha ido nuestra alma gemela, nos han botado del trabajo que nos mantenía a flote, nunca volveremos a abrazar a ese ser querido, una enfermedad ya nos ha quitado el mes de marzo.
¿Cómo debo de seguir ahora?
Pues no sigues, renaces.
Pero no es despertar un día y decidir que serás diferente, renacer es más difícil.
Lágrimas, miedo, aprender a cerrar cicatrices, pasar por una y mil crisis. Es reconstruir cada pedazo de ti a diario, aceptar quién eres y lo que estás llegando a ser.
Es encontrar tu camino, adquirir confianza, afrontar día a día el desafío de la vida, y si algo no sale como se planea, no pasa nada, el calendario tiene cientos de días por delante.
Y un día sí que despertaras, y entonces no vas a odiarte, vas a respirar el aire más puro que puedas, te verás al espejo y te sonreirás.
Ese día vas a quererte un poquito más.
Ese día, después de todo, habrás renacido y comenzado a sanar.
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