Desfibrilador

semi-automatic-1322250_1920-thegem-blog-default

Con un desfibrilador y la prosa más linda del mundo

(pues me la mandaste tú),

me doy cuenta de que quizás el peso de los libros y las canciones

es compartido.

 

¿Cuánto aguantaremos siendo una dedicatoria triste

hasta que volvamos a esa adicción de antaño?

 

Esa adicción que odias (porque sé que a veces me odias),

que odiamos (porque admito que, por eso, yo también te odio un poquito)

pero que es tan tuya como tú misma, y tan mía como yo misma,

y a pesar de las amputaciones y rasguños

sigue creciendo entre nosotras.

No finjas que no necesitas una inyección cada vez que desaparezco.

Ya me cansé de ser la única estúpida

extrañada por la presencia de la sangre entre mis venas

llorando por poemas no destinados

pero que tienen nombres silenciosos

en indirectas tan necesitadas que ninguna resucitación

podría salvarlas de la inevitable muerte de lo que fue

y no se puede encontrar más.

Una reliquia familiar rota por pelotas de titanio falso

lazadas delicadamente por sombras del pasado

y arpones en un mar eléctrico de palabras.

4

Dejar un comentario

X