Amantes becados

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En un pueblito chiquitito vivían dos personas que eran como el aceite y el agua: Marta y Alejandro. Parecía que se odiaban con toda su alma. Lo que nadie sabía es que, debajo de todo ese drama, latía un amor que ninguno quería admitir.

Todo comenzó con un concurso de arte. Marta y Alejandro estaban compitiendo por una beca y la cosa se puso intensa. Discutían y peleaban como si se fueran a arrancar el pelo; pero, cuando nadie los veía, se encontraban a escondidas en la biblioteca. Ahí, en medio de los libros, compartían secretos y risas mostrando su verdadera conexión.

El punto máximo de drama fue en la exposición de arte del pueblo. Ambos presentaron sus obras tratando de opacar al otro. Sin embargo, como si se tratara de una película, Marta hizo el típico desastre y arruinó su cuadro. Ahí fue cuando Alejandro, en un gesto épico, ofreció su propio trabajo para que lo evaluaran en lugar del de Marta. La multitud estaba en shock, pero entre ellos había una chispa de entendimiento.

Mientras el jurado decidía, Marta le agradeció a Alejandro con la mirada. En ese momento algo hizo clic. Se dieron cuenta de que toda esa pelea los había llevado a un acto de generosidad y entendimiento mutuo. Al final, el jurado anunció que ambos ganarían la beca. La gente aplaudía, pero entre Marta y Alejandro todo cambió. La hostilidad se esfumó y se encontraron bajo las estrellas. A susurros admitieron lo que sus corazones siempre habían sabido, y sellaron su amor con un beso secreto que rompió las barreras de la rivalidad.

En ese pueblito donde las palabras fuertes sobresalían, el amor floreció entre dos almas. Demostrando que después de la pelea, llega la verdad más profunda.

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