Espectro

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Él había trabajado por semanas, mientras yo revisaba el sistema. Ahora, él observaba que los componentes del aparato funcionaran correctamente. Me lo explicó por primera vez en la mesa de una cafetería que tenía una pata chueca. Nos pusieron las bebidas en la mesa y con un pequeño movimiento, el café se derramó dejando la superficie pegajosa y olorosa.

—¿No sería increíble vibrar? Me refiero a que, al escuchar la música, quiero que cada una de mis células baile. Que el sonido me atraviese como una onda expansiva, y me transporte al momento que pienso cuando la escucho —me sonrió.

Sacó su libreta y comenzó a trazar. Era una libreta negra de pasta dura y calcomanías medio borradas de sus artistas favoritos. Nuestros artistas favoritos. En un segundo hizo bocetos y cálculos.

—¿Qué dices? —me observó por encima de sus lentes.

Le sonreí afirmando. Tomé un sorbo más, pero el café seguía demasiado caliente. Le dio risa mi accidente.

Durante seis meses, por las tardes, él iba y venía por todo el departamento. Se sentaba por horas en su computadora a teclear y probar códigos. Incluso por las noches le dedicaba tiempo. Me explicó que, a través de un espectro del sonido, lograría recrear el entorno preciso al que remitiera la canción que uno escuchara: olores, sabores o imágenes. Hacerlo palpable.

La noche de prueba, después de ver que todo estuviera en orden, me pidió conectar cables a ambos lados de su cabeza. Me abrazó.

—No me estoy despidiendo—me dijo.

Cómo me gustaría pausar ese momento.

Se sentó, y yo me paré detrás de la consola. Seguí sus indicaciones y la música comenzó. Su pie acompañaba la pista. Me sonrió y me guiñó el ojo. Le regresé la sonrisa con preocupación. Me di cuenta de que ya no estaba conmigo, lo sentía lejano. Él ya estaba en el recuerdo. Sus manos se aferraban y, de manera inesperada, su cuerpo ya no estaba en la silla. Un pequeño chispazo me hizo quitar el dedo del botón de inicio y salir del trance. Me quedé esperando alguna señal. Tomé aire; el aparato se apagó y las luces del departamento también. Por la ventana se asomaban las primeras notas del amanecer. De repente, una luz roja en el aparato parpadeaba pausadamente. Con los primeros sonidos de la mañana, él regresó. Un eco de él en el aparato.

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