Crónica para el fantasma de tu presencia

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Alguna vez me dijo mi mamá que llegaría el día en el que hablaría de un amor que ya no existía, de personas que me amaron; personas que llegaron a besarme el alma y se fueron.

Esta mañana me desperté, tomé café, vi la televisión y de repente comenzaron a brotar lágrimas de mi cara. Me pregunté: «¿Cómo podemos hablar de seres que ya no existen en nuestra vida?». Me serví otra taza de café y pensé que a veces escribimos para los fantasmas que nos persiguen, y que se convierten en memoria; que queremos tener en nuestras vidas, que deseamos, pero una parte de nosotros sabe que esos fantasmas solo están presentes en nuestras lágrimas, en la música e incluso en el viento; en el respirar de la soledad y en el recuerdo de la compañía.

Luego me dirigí a la ventana de mi casa y vi los autos pasar. Cada una de esas personas ha pensado en escribirle a alguien que ya no tiene, pero que sigue caminando por las habitaciones de su corazón. Mientras observaba por la ventana pensé: «Es imposible que alguien ya no exista. La memoria está en mí como pequeñas líneas melódicas que me orillan a imaginar la ausencia de cada una de las personas que llevo en mi corazón; palpitan las palabras como música de recuerdos: el primer amor, mis abuelos, mi papá, los viejos amigos».

A mi mente vino aquella habitación que habitamos Adrián y yo. Me di cuenta de que ya no existía. Entre más recorría ese cuarto, más me daba cuenta de la increíble paradoja que era que Adrián existiera y no existiera: existía porque era un recuerdo, pero al mismo tiempo no existía porque ahora era otro; ya no era la imagen que mi mente tenía de él.

Ahora me siento en las escaleras antes de ir a la universidad. Percibo que en el aire también viven las cosas que deseo hacer contigo en este momento; en la luz del sol también viven los besos que sueño contigo; en las palabras viven los sueños que compartimos juntos, porque aún late tu presencia vacía.

Recorro el camino para ir a la parada del autobús y pienso que las personas dejan de existir. Es doloroso, pero escribimos porque queremos recuperar su imagen, porque queremos traerlo al presente; sin embargo, en algún punto nos damos cuenta de que el pasado jamás vuelve y que en un futuro, cuando pensemos en las memorias de ese amor que se fue, nos daremos cuenta de que escribimos para alguien que ya no existe. Para alguien que solo habitaba en las profundidades de nuestro deseo de volver a recordar y amar.

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