
A los veinticinco años muchos dejamos de soñar en aquello que tanto anhelamos. Nos danos cuenta que nada es como alguna vez nos contaron en la escuela. Que el trabajo duro no vale la pena; que la familia te frena; que la vida es injusta porque pone todo en nuestra contra. Pensamos que se ha acabado el tiempo para lograr nuestras metas, que nos hemos desviado del camino, que cada etapa en la vida tiene una fecha de vencimiento. ¿Cuántas veces hemos escuchado estas palabras que nos atormentan, creyendo en la idea de que todo debe llegar fácilmente o nunca serás exitoso?
Te hiciste viejo a tus escasos veinticinco años, cuando apenas comienzas a vivir, y sientes la presión de tu familia preguntando acerca de tus planes para el futuro. Por momentos se vuelve sombrío el pensar en ti. Ya no te imaginas como alguien próspero y feliz a futuro, pues ahora solo logras ver tus defectos y todo el tiempo que has perdido. La simple acción de respirar comienza a tornarse complicada.
Parece que los “verdaderos adultos” no logran entender cómo nos sentimos. Nuestro consuelo viene de las redes sociales. Escuchamos mensajes que nos dicen que no debemos preocuparnos por el futuro, que todo llega a su tiempo, que tengamos paciencia mientras nos muestran su vida perfecta con lujos. La verdad es que sus palabras vacías disfrazadas de consuelo no aportan nada, no nos hacen más fuertes ni ayudan a superarnos a nosotros mismos.
Déjame decirte que eres tú mismo quien te ayudará con tu responsabilidad y respeto hacia ti, con tus decisiones, tus elecciones y acciones del día a día. Eso te llevará a dónde quieres estar. Tal vez aún no sabes a dónde deseas ir, pero seguro no quieres seguir donde estás.
Somos jóvenes y tenemos mucho tiempo para matar, pero ¿por cuánto tiempo lo seremos? Es real que podemos empezar cuando queramos, una y otra vez, o cuando nos sintamos listos. ¿Qué pasa cuando nunca te sientes listo para dar ese paso? Por algo se puede comenzar.
No te quedes quieto esperando a que las oportunidades toquen tu puerta y levántate de la cama, sal a tomar un poco de sol, trabaja, lucha, viaja, ama, diviértete, sonríe, sé bueno con tus padres que solo quieren tu felicidad; conoce a otras personas y, sobre todo, conócete a ti mismo.
Está claro que somos jóvenes y que hay mucho por delante. Solo recuerda que la juventud no es eterna y la vida tampoco. Tengamos una vida digna de recordar, sin arrepentimientos, con responsabilidad; buscando siempre nuestro bienestar y recordando que somos jóvenes, pero ¿hasta cuándo?