
«Cuando despierte quiero ser una planta.
Espera, no.
Cuando despierte quiero ser un árbol.
Quiero ser un árbol de los que tienen forma de sombrilla.
Quiero que los pájaros carpinteros vengan y pongan su hogar en las ramas.
Quiero que las ardillas vivan ahí y vayan por bellotas.
Quiero ser un árbol y crecer alto, para que los pájaros tengan que rodearme.
No quiero ser pequeña.
No quiero quedarme al ras del suelo con otras plantas.
No quiero que las hormigas me usen de sombrilla.
No quiero que las personas pasen y me pisen como a las demás.
No quiero ser olvidada. Quiero ser recordada.
Quiero ser un árbol.»
Le grité a todos los que estaban en el cuarto con la esperanza de que alguno de ellos me hiciera caso. Ninguno lo hizo.
Tiempo después, uno de ellos se me acercó con una flor morada. Me la dio y me dijo: «Lo serás cuando…». Los relojes incrustados por todo el cuarto empezaron a sonar y no pude oír lo último que dijo. Me puso la flor en la cara y me quede dormida. Quizá en ese momento me enterraron, me plantaron.
Cuando desperté no era como yo quería. No era un árbol, ni siquiera uno de esos bajitos. Era una simple planta.