
Estaba en mi habitación terminando de guardar mis cosas para irme. Escombraba mi buró cuando, entre papeles y polvo, encontré una carta doblada en cuatro, con una letra pequeña y bien cuidada.
Era una carta para mí, escrita por mí.
No recordaba lo que escribí, ni haberla escrito. Supongo que la hice pensando en que mi yo del presente correspondería a los deseos de mi yo del pasado.
Después de leerla, me di cuenta de que no fue así, pues las palabras ya no eran para mí, ni para lo que deseaba. Pero eran lo que necesitaba leer antes de huir de casa, una casa que ya no sentía como mía.
Tomé esa carta y me fui.