
Te recuerdo, aún lo hago, sobre todo cuando al caer la noche entro en mi habitación. Me acuesto sobre mi cama y en mi mente te pregunto: «¿Acaso hoy te hice falta?». Inmediatamente cierro los ojos y un flashback emocional me invade mediante un cúmulo de imágenes. Y como si de un video se tratase, empiezo a recordarte.
Recuerdo que cada vez que tus brazos me envolvían cálidamente me hacían no querer soltarte jamás. ¡Qué sensación tan maravillosa! Recuerdo cuánto deseaba que nuestro amor fuera eterno; pedía al universo que nos permitiera reencarnar en el mismo tiempo y espacio para que nuestras vidas se volviesen a encontrar, porque no imaginaba una vida sin ti.
Pasan unos segundos o quizás minutos (pierdo la noción del tiempo cuando pienso en ti), abro los ojos y regreso a la realidad. Mi realidad es clara: sigo sola en la habitación y tú ya no estás. Se termina mi sonrisa y una lágrima comienza a rodar por mi mejilla. Me invade la ira; tengo ganas de gritar, empiezo a llorar, ya no puedo parar. «¡Que alguien me detenga!». Suplico en mi cabeza.
¡Qué tristeza! Es mi culpa, yo te idealicé. Nunca has existido. Ni si quiera te has aproximado al ser que creía que eras. ¡Me equivoqué! Debí haber notado antes que amabas las mentiras y odiabas los detalles. Fui yo quien puso un antónimo a todos tus defectos, convirtiéndolos en virtudes volátiles, porque cada que soplaba el viento se esfumaban una y otra vez, pero yo me empeñaba en no querer ver.
Ahora, con odio e ira, seco rápidamente mis lágrimas y empiezo a recordar todo lo que nunca fue y lo que nunca será: ese beso que no me diste, ese ultimo abrazo negado, ese “por siempre juntos” que ya no existe, los hijos que jamás tendrán nuestros apellidos, nuestra casita que ya no habitaremos y nuestros sueños.
Es simple: no se puede compartir la vida con alguien que no existe. Debo dejar de imaginarte como la persona que siempre he querido tener a mi lado, y aceptar al ser que siempre has mostrado ser. Finalmente, cierro mis ojos y espero un nuevo día sin ti.
Esta es solo una parte de lo que escribí para alguien que no existía.