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Hay corazones sin dueño,

que no tuvieron nunca la oportunidad

de regir como un péndulo casi atroz

el laborioso espasmo de la carne.

 

Hay corazones de repuesto,

que esperan sabiamente

o por quién sabe qué mandato

el momento de asumir su locura.

 

Hay corazones sobrantes,

que se descuelgan como puños de contrabando

desde la permanente anomalía

de ser un corazón.

 

Y hay también un corazón perdido,

una campana de silencio,

que nadie sin embargo ha encontrado

entre todas las cosas perdidas de la tierra.

 

Pero todo corazón es un testigo

y una segura prueba

de que la vida es una escala inadecuada

para trazar el mapa de la vida.

 

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