Edad de oro

Un día u otro

todos seremos felices.

Yo estaré libre

de mi sombra y mi nombre.

El que tuvo temor

escuchará junto a los suyos

los pasos de su madre,

el rostro de la amada será siempre joven

al reflejo de la luz antigua en la ventana,

y el padre hallará en la despensa la linterna

para buscar en el patio

la navaja extraviada.

No sabremos

si la caja de música

suena durante horas o un minuto;

tú hallarás –sin sorpresa–

el atlas sobre el cual soñaste con extraños países,

tendrás en tus manos

un pez venido del río de tu pueblo,

y Ella alzará sus párpados

y será de nuevo pura y grave

como las piedras lavadas por la lluvia.

Todos nos reuniremos

bajo la solemne y aburrida mirada

de personas que nunca han existido,

y nos saludaremos sonriendo apenas

pues todavía creeremos estar vivos.

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