No muy lejos del camino que lleva a la ciudad perdida de Saint-Cirq-Lapopie, unos viajeros se encontraron frente a una inesperada desviación. Las nubes grisáceas colmadas de agua nieve se desbordaban desde lo alto de las primeras colinas formadas a los pies de los pirineos, que se ocultan del calor sofocante del mar mediterráneo y de las tormentas saladas del extremo atlántico.