El lugar donde dormitan los dioses

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I

No muy lejos del camino que lleva a la ciudad perdida de Saint-Cirq-Lapopie, unos viajeros se encontraron frente a una inesperada desviación. Las nubes grisáceas colmadas de agua nieve se desbordaban desde lo alto de las primeras colinas formadas a los pies de los pirineos, que se ocultan del calor sofocante del mar mediterráneo y de las tormentas saladas del extremo atlántico.

Subieron con mucho cuidado ante la creciente penumbra que oscurecía al medio día a causa de la espesa neblina. Al cabo de unos minutos, con los latidos coordinándose en sus corazones agitados, descubrieron una alfombra blanca tejida en flores de azafrán sobre la tierra. El borde del acantilado se comenzó a extender hasta dar paso a una verde y amplia pradera.

Apenas a unos escasos metros de distancia les sorprendió un letrero de madera donde se leía: Centre de Préhistoire du Pech Merle. Decidieron entrar a refugiarse en el interior de una pequeña sala donde el guía del sitio los recibió de manera indiferente. 

II

El túnel que había que atravesar para llegar a la entrada de la gruta se abría como una garganta oscura y húmeda hasta el cálido esófago bloqueado por una inmensa puerta de hierro que se abrió lentamente. Una vez en el interior, los viajeros solo podían sentir su propia respiración, nada se veía. 

Todo alrededor comenzó a tomar un aire familiar, contornos dibujados con pigmentos de hace apenas unas cuantas eras en la vida del hombre se hicieron presentes antes sus ojos. Sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos. Los espíritus del lugar comenzaron a manifestarse, les contaban una historia donde las palabras ni siquiera eran necesarias. 

La presencia de un mamut sobre un campo de estalagmitas sobresalía de las paredes mohosas y les indicaba el camino hasta el recinto más profundo. De pronto, se descubrieron en medio de una enorme sala, las gotas que se filtraban entre las rocas brillaban de manera intensa. Uno de los arcos que se elevaba naturalmente sobre sus cabezas se decoraba con retratos entre huellas al negativo. 

Las bestias imponentes rugían y se aglomeraban haciendo reventar el lugar con el sonido ensordecedor de sus pisadas. Todo ese bestiario de sombras despertó de su pesado letargo; las mentes que ya no concebían el tiempo donde vivían se perdieron entre la razón y la fantasía que escondía una complejidad que jamás comprenderán.

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