Maneras de fijar tu sombra, I

Cuando te conocí llamabas a las cosas

con el idioma hallado en los rincones de tu infancia,

donde silencioso añorabas la tibieza prenatal

de la que habías tardado en salir.

Tu madre me dijo que allí te hiciste

la primera grieta

por donde la oquedad te invadiría.

Pero la tarde en que te descubrí

decías las palabras como el viento

forma y deforma las nubes del verano.

Mirabas las piedras como si en ellas

anidaran los verbos que nos harían falta

para comenzar los días por venir;

aprendías de la lluvia insólitos caminos

que marcaban nuestra ruta por las calles.

a tu lado, las botellas rotas fueron esquirlas de la noche,

y la noche, un lienzo para plasmar nuestros espantos,

y tú no eras tú, sino los rayos del sol en mis cabellos,

y al amor no lo nombramos con la boca,

sino con los ojos, con la yema de los dedos,

con nuestra humedad sombría.

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