Un día nublado Guro se despierta de su siesta invernal. Le duelen las dos cabezas, se le entumecieron los brazos de tanto tiempo que estuvo dormido, y amanece con ganas de saber lo que está pasando en el mundo. Decide salir volando para ver qué es lo que puede ver, pero al verlo se horroriza. Ve unos seres con cinco extremidades que tienen pelo en la extremidad de arriba, caminan con las extremidades de abajo, y mueven la extremidad de arriba para aparentemente comunicarse, aunque no se entiendan los unos a los otros.
Estos extraños seres pelean unos entre otros buscando la conveniencia personal. Se matan entre ellos sin importarles si vienen de la misma madre. No comparten, se quedan viendo cuando las cosas horribles suceden, se alimentan de seres que estuvieron vivos en algún momento y chillaron por su vida mientras eran masacrados a gran escala. Otra cosa que vio Guro es que muchos de los animales que habitaban ya no están, donde las plantas vivían tranquilas ahora están muertas, donde los animales estaban libres ahora están enjaulados. Lo último que Guro vio fue cómo los extraños seres gritaban “¡un monstruo, mátenlo!”. Así se despidió del mundo nuestro gigante amigo.
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