XVIII

Eran pocas palabras, pero daban luz;

me mirabas como si no existieran los finales

o la muerte no tuviera poder sobre nosotros.

Lo que amé en medio de tus ojos

fue tu sombra deslumbrando a la mía,

su altura encima se enmaraña hasta perderse.

Siembran de madrugada aquí cerca,

escuchamos el paso de sus charcos,

cuando una moneda a mitad de la noche cae en sol.

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