Mallorca, septiembre 28.
Me gustaría creer que te quedarás cerca por un tiempo. Me pregunto si me ves por quien realmente soy, ¿es seguro mostrarse tal cual, sin juicios, sin ataduras, sin remordimientos, sin mentiras? Se supone que sí, pero tú y yo sabemos que es más fácil alterar la realidad, hacerse cargo de los espejismos y las falsas puertas, aun cuando eres alguien como yo, como tú, estando en tu posición, estando en la mía.
Se supone que regresarías a mí. Hicimos una promesa, una que pudiésemos mantener. Sé que te dije: “ahora no puedo hablar, mi café y yo estamos ocupados”. El ego habló y el sonido del eco de tu voz llegó a mí como aire de octubre, ¿estás listo para mostrarte?
Para que te enseñe quién soy, ¿quién soy en realidad?, lejos de esa ilusión del ayer, del gélido invierno que regía mi corazón, quiero suponer que si te abro las ramas de otoño vas a quedarte. Si tú bailas, yo bailaré y si no bailas aun así bailaré.
Me cansé de rastros sin recompensas. Tengo mis ojos en ti. Di sí a nuevos comienzos, a nuevas olas, a expresos en la mesa y mimosas para el desayuno. Sé que tengo mi ojo en ti, tengo ganas de estrenar la cocina contigo. Somos pasajeros que se esfuman como la colilla del cigarrillo que restriegas cada noche, se supondría que lo dejarías, odio que fumes, pero odio más no oler a él.
Esta manera en la que nos “amamos”, el sabor, el tacto, el aroma, tu ropa y la mía, ¿crees que estamos a salvo?, ¿es “normal”? Acostados sobre el asiento trasero del Maserati, tu perro toca el cristal y se aleja. No puedes comprarlos a todos, el roce, el toque, no puedes tenerlo todo, más cerca de ti, más lejos de la paz, la guerra se viene, tacones, satín y mucho Rhum Clément, nos terminamos la botella la noche donde la luna tapó al sol.
La gitana tenía razón: “cuando la noche se alargue y el sol no salga hasta después de las 7:30, nada será igual”. Los coyotes aullaron ese día, mi bragueta desapareció, y tú también.
Málaga de Madrigal. Puerta de sol, horizonte de luna.
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