
Para un amor:
Una carta,
un poema.
Tú, amor, ausente,
remitente incierto.
Yo, amor, presente,
vivo de un recuerdo.
Faltarán suspiros,
lágrimas, temblores;
leerás mis palabras,
con ningún deseo;
presencia silente,
no estaré contigo.
Mausoleo de palabras,
flores mustias, mármol frígido,
para un sentimiento nunca,
nunca vivo.
No habrá un latido más fuerte,
ni un silencio más pesante,
ni una sangre más flagrante
pero urgente.
¿Cómo
una carta,
un poema?
¿Cómo puede ser amor?
¿Cómo puedo ser poeta?
Tú no estás.
Ni tu aroma entre personas.
Tú no estás.
Ni tu rastro caminado.
Tú no estás.
Ni tu ardor en el espacio.
Tú no estás.
Ni tu regusto viscoso.
Tú no estás.
Ni tu risa tormentosa.
Aun así, intento seguirte,
pero escapas.
Así, ¿amor de qué manera?
Yo sólo estoy.
Yo solo estoy.
¿Cuándo has visto
tanto amor,
tanto dolo,
en pasión
de uno solo?
Oculta entre sábanas,
mi piel se sofoca,
una lágrima de mis poros resbala,
pues no es tu calor
cobijo de mí.
Pero, aunque mis manos estén vacías,
en mis sueños, puedo encontrar tu piel,
tu pálido perfume, en falsas flores;
tu sombra, en la trampa-espejo del agua;
de que me quieres, ecos de palabras.
Y al despertar, permanece
conmigo esa flor de ensueño,
flor que admiro y aspiro y miro,
que busco con manos tristes.
En mis palabras estás:
«Uno solo, por favor».
Corazón, corazón,
me queda recordarte.
¿Alguna vez pensaste
que esto será pasado,
que mi único recuerdo
se irá desvaneciendo,
que mis ojos cansados,
sin verte una vez más,
morirán afligidos,
sin poder recordar,
en el cielo, tu rostro?
El tiempo vi,
era temprano;
esperé un poco,
era ya tarde.
Adiós no dije,
por no aceptar
la última vez…
Pese a nada,
cordialmente,
un amante.
7