A ti no te gustaba escribir mensajes y preferiste escribirme cartas. Incluso ahora, en la época en la que nadie más lo hace. Preferiste escribirme cartas y dejar plasmado en mí el recuerdo de tu amor.
Con tu puño y letra, de tu mente y corazón, sacaste lo que en su momento no podía ser apaciguado.
Dibujaste mis ojos, plasmaste las líneas de mis labios, llenaste las cartas con pequeños recuerdos dorados.
A ti no te gustaba escribir mensajes. Preferiste, como en los viejos tiempos donde todo parecía eterno y duradero, escribirme cartas ornadas con pequeños pétalos morados.
Y en tus cartas entonaste canciones, en tus cartas declamaste poemas y me amaste.
Con tus cartas lloré de felicidad, con tus cartas deseé, anhelé e imaginé un amor real y perenne.
A ti no te gustaba escribir mensajes y preferiste escribirme cartas…
Ahora que el tiempo ha pasado, que el olor del perfume ya se disipó, que el color del papel se tornó de otro color, me pregunto: ¿Qué haré con la pequeña caja de cristal que reposa en el fondo de mi armario?
¿Cómo le contaré al siguiente que intente entrar en mi corazón lo que significa para mí la hoja de arce que guardo con ciego fervor apasionado?
Supongo que algún día, cuando el tiempo se haya vuelto mi aliado, lograré por fin volver a leer tus cartas sabiendo que tus letras están aquí conmigo y las mías están contigo, testigos del que fue un amor perenne y ahora es efímero.
Y en mis noches de jubiloso desvelo me pregunto si algún día volveré a encontrar un alma que prefiera escribirme cartas en vez de enviar mensajes, o si, por el contrario, encontraré un ser que escoja enviarme mensajes en vez de escribirme cartas.
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