
Para C, te quiero mucho.
Todo el tiempo estoy pensando en qué pasará si elijo un camino u otro. Pienso en todas las posibilidades y trato de elegir la opción que me haga feliz, pero no siempre es así de fácil. Hace algunos días me di cuenta que se trata de un dilema: guíame por mi corazón o por mi mente. Aunque al final tomamos la mejor decisión, siempre hay un tema que nos hace dudar más de lo habitual, sobre todo a mí: a quién debo seguir, quién tiene la razón, a dónde me llevará cada uno.
Cuando escribo, pinto, canto, bailo, sueño, leo o disfruto de mi comida favorita, algo palpita en mi pecho. Mi corazón es feliz cada que aprecia colores, sonidos, olores o texturas. Es muy creativo, lo sé porque lo he visto plasmar lo que siente, y si bien no todos han podido apreciar su arte, me consta que lo hace excelente y sigue su instinto para llegar a donde quiere sin perderse en el camino.
Por otro lado, en mi cabeza está la mente y a ella le fascinan las cosas exactas: sin adornos, blanco o negro. Es ambiciosa, piensa cada uno de sus movimientos y nunca se rinde hasta lograr lo que quiere. En ocasiones puede ser hiriente, pero solo me defiende cuando estoy en peligro o cuando lo está mi gente. Me ayuda a ver desde otra perspectiva sin perder el objetivo, es competitiva y hará lo que sea para ganar.
Pero qué sucede cuando corazón y mente deben de tomar una decisión. Cuando me inclino por el lado del corazón la situación se vuelve demasiado emocional, mis pensamientos no son claros, actúo por instinto y no siempre sale bien. Por el lado de la mente tomar decisiones me es más sencillo pero no pienso en las consecuencias que le podría traer a las personas involucradas. Pensar únicamente en mí y en qué es lo mejorará mí, por supuesto que tampoco es la mejor opción. Cuando la decisión se estructura desde ambas partes, la situación se desenvuelve bien, pero cuando se trata del amor aún no sabemos cómo lidiar con eso. Ya sea con la familia, los amigos o la pareja, siempre nos cuesta decidir.
Con el tiempo he aprendido a escuchar a ambos, aún no soy experta, pero lo intento. Ambos comparten sus perspectivas, pero esta vez la decisión no depende de ellos, sino de mí y de lo que quiero. Algunos caminos del amor son hermosos y alegres, otros son lúgubres y llenos de espinas; me he equivocado más de una vez pero también he disfrutado los buenos ratos. Lo importante es nunca parar y escuchar con atención para saber por dónde ir.
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