Cori García nos dijo una vez: “Si todos los caminos llevan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?”
Realmente nunca había entendido a qué se refería con esa frase, hasta que un día lo conocí a él.
A veces tomamos decisiones que no entendemos, pero la vida sabe muy bien lo que significa cada paso.
Yo soy fiel creyente de que las cosas pasan sólo cuando es el momento perfecto para que sucedan.
Cuando lo conocí, la leyenda japonesa del Musubi cobró sentido.
No lo conocí antes, porque estábamos en momentos diferentes, nos faltaba llorar un poco más por desamores y aprender de la vida. No lo conocí después porque probablemente no me lo hubiera cruzado, con una pandemia y ninguna razón a nuestro favor.
Lo conocí en el momento perfecto para que tomara mi mano.
Me hizo entender por qué nunca había funcionado con nadie más, era él y siempre había sido él.
Mi hilo por fin parecía trazado hacia el lugar en el que mi destino tendría sentido. Todo fue espontáneo, natural y único; sé que la magia lunar fue testigo de nuestro encuentro.
Encontré la paz hecha persona, el hogar al que pertenezco, el amor que merecía y la luz que ilumina mis días más oscuros.
Fue el momento en el que hallé el camino correcto para ir hacia la libertad, el amor y la risa compartida.
El tiempo, el trabajo en equipo, la comunicación y nuestra conexión tan única dieron frutos en ese jardín que regamos todos los días con amor.
No sólo conocí al amor, con quien me acurruco a ver películas los domingos en el sillón de la casa, también conocí a mi mejor amigo, con quien me rio hasta que nos duele el estómago y nos salen lágrimas.
He encontrado al compañero perfecto para ser catadores de donas, y hacemos el mejor dúo musical, aunque desafinamos mucho.
Somos completamente diferentes y eso nos hace aprender del otro todo el tiempo. Nos vemos crecer todos los días y crecemos juntos como pareja.
No somos perfectos, pero creemos que lo que se quiere se trabaja con dedicación.
Él me ve y sé que tiene los ojos más bellos del mundo, yo lo veo y él sabe lo mucho que lo quiero.
No quiero recorrer otro sendero porque ya he encontrado el mío.
Y si algún día el destino termina por lastimarme y el hilo rojo se anuda, tendré que preguntarle a Cori García: “¿cómo se sale de Roma?”
Pero hasta ahora, me gusta él, y Roma parece el lugar perfecto para vivir.
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