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Tus ojos han mirado lo inmenso, la potestad, el brillo limpio del primer temporal, el augurio del eclipse de luna. Recorrieron tus huaraches guiados por tus pasos los caminos angostos, pedregosos, tierra de labor del primer establo tuyo, el primer ladrillo de tu mansión. Manos maltratadas por sujetar las riendas de las yeguas, manos cansadas por tomar en ellas el latir de cada uno de tus descendientes.

Con todo ello, y desconociendo toda ciencia, mirando siempre al frente para ser ejemplo, inspiración y ayuda para todos los que te confían, la herida de muerte, la bala que terminó con su vida por destino o por condena. No retrocediste, caminaste un corto trayecto, pero no tendrá fin para quien te lleva muy adentro, asegurando y velando cada una de tus palabras, confiado cuando parezca llegar el final.

Para ti, sólo será el fin del peregrinar terrenal, mas yo doblaré mi rodilla e imploraré a nuestro Señor Dios todo poderoso que te guarde allá, como uno de sus seres gloriosos.

Aunque no has sido perfecto, ni intachable, ni justo, para mí eres más que mi padre, mi amigo, hacías y entregabas lo mejor posible, el papel y el propósito, como alumno en prueba que se gradúa cuando el maestro decide que terminó el tiempo.

Me esforzaré por hacer brillar esos lindos ojos, buscaré la guía que me mostraste para sujetarte cuando tus piernas tiemblen y no quieras bañarte, peinaré tus cabellos como los de un querubín; con respeto, haciendo reverencia por haberme enseñado lo sagrado, ruego a dios perdone mis faltas contra ti. Tú sabes mi carácter y que me es difícil dominarme para ser obediente al consejo que me das. Deseo con el alma poder hacerte sonreír al menos una tarde, comer una banana en la mesa que fabricaste. Tantos inventos tuyos para mostrarme que no hay límite en el mundo, vi tu quebranto, tu temor, pero por honor a mí los ahogaste, tal vez en el dolor o con un amor que no conocí. Te miré frágil e indefenso, desnudo por completo, sin embargo, continuaste amando a quien viste desde el nacimiento. En esta hora y en este tiempo me siento responsable de ti, y es un cargo honorable cambiarle el zarape a quien me cambió a mí los pañales.

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