El día que los muros aparecieron, la ciudad se encontraba en silencio, era una noche fría que despertó solamente para verse acorralada. Se separaron familias y amigos que quedaron atrapados en diferentes lados de la ciudad, sin medios para poder comunicarse y viviendo con la incertidumbre sobre lo que ocurre del otro lado. Yo era un músico recorriendo el mundo y no tenía familia desde hacía mucho tiempo, solamente tenía una amiga del otro lado del muro, me pregunto: ¿Cuánto habrá cambiado? ¿Habrá puesto el bar musical que siempre soñó? ¿Sigue vistiendo de verde? ¿Piensa en mí de vez en cuando? Quiero respuestas, pero me asustan. Esos muros también nos separaron a nosotros.
No, estoy mintiendo, me equivoqué y eso hizo que nos distanciáramos desde antes de que los muros aparecieran…
Intentamos treparlos, perforarlos y cavar por debajo sin ningún resultado. Al rodearlos encontramos enormes puertas imposibles de abrir o derribar, nos rendimos con el paso de los años y aprendimos a subsistir. Lo que descubrimos después fue que había llaves que estaban jugando a las escondidillas, esperando a ser encontradas mientras el tiempo no daba tregua para terminar el juego. ¿Están ocultas en la música que solíamos escuchar, entre las teclas de tus dedos o el sonido de tu voz? Tal vez son nuestras culpas y secretos los que mantienen selladas esas puertas.
Con el tiempo, hice amigos de este lado y luego de vivir aventuras juntos, decidimos usar la llave que Nora encontró y buscar la puerta a la que correspondía. Aunque no quiero volver, enfrentaré lo que está del otro lado con valentía, pues ahora ya no soy el mismo, aprendí de los errores del pasado, pero temo que en el fondo siga siendo aquel niño que se equivocó, que no haya cambiado en todo este tiempo y que mis sentimientos no correspondidos tampoco lo hayan hecho.
Se supone que un beso une a las personas, pero fue eso lo que nos separó.
Inspirado en A place to return de LauMampel
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