Jardín interior

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Por un momento aparezco a las orillas de un río, la corriente es tranquila pero el viento salvaje. No logro recordar cómo llegué a aquel sitio, pero el lugar me trae calma y cierro los ojos para profundizar en el aroma a césped húmedo y pino fresco. Momento…

Los aromas se quiebran, se tornan putrefactos. Mi ubicación ha cambiado, fábricas y desperdicios abundan alrededor. Las preguntas que llenan mi mente tienen que ver con la manera en que he llegado a aquel sitio.

Trato de escapar, mis pies toman velocidad y escapo de aquel sitio. He llegado a un lugar desconocido. Sigo sin saber cómo logro estar en sitios distintos tan velozmente.

Flores, pasto, viento… elementos que traen calma a mi alrededor. El caminar es tranquilo. Sonidos de aves, agua, viento y timbres… ¿Timbres?

Las rocas altas no son rocas, son letreros de aulas, los árboles toman forma de puertas. La confusión invade mi mente y nubla mi vista. Me acerco a un letrero, la fecha que recordaba parece muy distinta de la que está anotada frente a mis ojos.

Continúo caminando con pasos desconfiados. Encuentro un túnel, lleno de luz, susurra respuestas y me acerco con temor.

La luz me rodea totalmente, lastima mi vista, me cubro los ojos con las manos; me percato de que no me he cubierto únicamente con las manos sino con la mente y el corazón. Me he perdido de mi misma.

Quito la cubierta y descubro que esos viajes confusos eran yo dispersa en el tiempo, eran yo tratando de protegerme sin saber que estaba asfixiándome.

Pero sentir cada paso provoca un estado consciente. Aquel túnel fue mágico porque estoy encontrando mi jardín interior.

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