Meditación sobre lo inconsistente

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Las primeras imágenes que se forman en mi mente cuando pienso en “cosas que se rompen”, son las de un invento de la Edad Media que sigue vigente: mis lentes. Después, en las hojas llenas de apuntes cuando las decido triturar, porque solo son párrafos de vocales y consonantes interpuestas que al releerlas no me generan más que furia por mi nula capacidad para descomprimir mis emociones por medio de vocablos. En conclusión, enumerar objetos rompibles es fácil, los inconvenientes surgen cuando consideramos palabras que no tienen una correspondencia física.

Una amistad se rompe. Cualquier vínculo personal puede romperse. Sucede más de una vez en la vida. Creemos que una persona a la que apreciamos, queremos y confiamos nos acompañará, estará ahí fielmente, pero desaparece. Nuestro cerebro se atesta de dudas, igual que el corazón. ¿Qué hice mal?, ¿qué dejé de hacer? Como si fuéramos los culpables. Quizá, sí cometimos un error: idolatrar a las personas equivocadas. Veneramos a personas que creíamos inquebrantables, no obstante resultaron ser más frágiles que una lágrima. He llorado con mayor dolor por personas que siguen vivas pero que ya no están en mi vida, que por personas muertas que aún permanecen en mis pensamientos.

Un sueño se rompe. Cabe mencionar que no me refiero al mundo onírico, sino a los anhelos, deseos y propósitos con los que nos relacionamos en la vida cotidiana, a las aspiraciones y creencias que se ven reflejadas en las acciones del día a día, donde cualquier error puede acelerar el fracaso. Tomar decisiones se vuelve un asunto de mayor complejidad: al elegir un camino, dejas de elegir otros, si es que puedes elegir. Por eso yo no ganaré, opté por mi derrota antes que competir otra vez. Mi esperanza en mi sueños y en el futuro se despedazó.

La existencia se rompe. Y lo que es peor, una existencia rota puede volver a romperse. Cuando te rompes en dos, puede ser sencillo seguir siendo como cuando eras una sola pieza, pero cuando te vuelves a romper y después te vuelves a romper, algún trozo queda por ahí, perdido para siempre.

Aún así, me esfuerzo por vivir. Lo digo porque he aprendido a vivir roto. Intento ser el mismo que era antes del quiebre pero no recuerdo cómo era. Los recuerdos también se rompen. Las palabras también se rompen. 

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