Penitente

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He aprendido a sostener mi fe,

con las pocas plegarias que aún no le ofrendo a mis muertos. 

Desde este erebo vigilo mi propia sombra, 

para que al avanzar no se abalance el miedo hacia mi rostro

y me deje como a mis demonios, 

con una máscara de felicidad que ellos mismos no soportan.

Estoy tan solo en este pequeño cuadro de piel ambulante, 

voy por todos los rincones de un cuerpo 

que ya no me pertenece,

como una quimera observo al horizonte 

buscando una brizna de luz, 

para calentar los pies errantes de aquellos que me siguen.

Escupo dioses del tamaño de mi miseria 

y con mi propia lengua, han aprendido a atormentarme, 

cada uno lleva en sus palabras un recuerdo de cuando fui mortal.

A estas horas, en otros tiempos,

debería estar escribiendo sobre la levedad de la vida 

o la duración de un cuerpo en mis manos. 

En cambio, me dedico a escribir los tormentos de mi pasado 

con mi sangre y huesos, mientras sostengo el peso de otras vidas.

Soy el hijo de un desvelo interminable, 

guardián de todas estas pesadillas 

que a diario salen en busca de un nuevo yo.

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