Perfección

pexels-maegan-white-981687-scaled-thegem-blog-default

Florencia ha tenido la costumbre de ser muy metódica, lo cual parece ser una virtud en ella, una virtud que bien puede ser un defecto.

Desde niña no tuvo la oportunidad de expresarse, por lo que los libros y la escritura eran sus confidentes. Era muy inteligente, muy dedicada y ordenada. Para ella, el deber era una especie de norma, un estilo de vida que siempre le había funcionado, sobre todo, académicamente. Sin embargo, detrás de todo este perfeccionismo, había un temor enfermizo, quizás a perder o a que las cosas no fueran como ella quería. Su vida se sostenía en un orden estricto y metódico y no podía resolver cosas de sentido común pues pensar la solución a algún problema le tomaba mucho tiempo.

Esta virtud de ser metódica y reflexiva la hizo ganar unas veces y perder otras. Con el paso del tiempo, al mirarse en retrospectiva, se lamentaba por haber tenido tantas oportunidades, porque pudo llegar tan lejos. ¿Dónde estaban los sueños que tenía? Había querido viajar a la bella Italia, pues su nombre constantemente se lo recordaba, y era frustrante vivir bajo el peso de esa recriminación. 

Por otra parte, sus trabajos eran esporádicos, ya que siempre trabajaba de acuerdo con su profesión, por lo que trabajar de otra cosa le resultaba muy difícil. Cierto día, cuando iba rumbo a su trabajo de maestra en una primaria, empezó a tener un diálogo interno, una parte de ella le recriminaba diciéndole: “No fuimos muy lejos, preferiste quedarte estática, tanta razón no te ha dejado avanzar, tanto miedo detrás de tus razonamientos”. Sin embargo, la lógica y el temor hacían su aparición justificando dicho comportamiento, argumentando que ella era feliz así. Todo este diálogo ocurría, sin darse cuenta, mientras una pequeña niña le entregaba un trabajo perfectamente bien elaborado.

16
X