Sedante

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Hoy estuve haciendo postres a diestra y siniestra. Van saliendo los panqueques, los pasteles, el chantilly, el fondant, todos se van formando uno tras otro y llenan la mesa. Salen quemados, salados, deformados, así como mis emociones, así como mi vida, dependiendo de las circunstancias, dependiendo de cómo los trate el horno.

En un principio salieron rancios, prácticamente como una bomba de intoxicación. Los de en medio se mantuvieron en pie y yo me deleité con sus sabores, una y otra vez, y tuve ganas de hacer más, hasta que mis manos sangraran de tanto amasar. Los últimos fueron deshechos aún peores que los primeros. 

Yo ya estaba cansada, igual que los moldes, igual que los materiales que se van acabando, los envases sin una pizca de ingredientes. Vi que se pasó la madrugada, la mañana, el día completo hasta llegar a las doce de la noche. Todo estaba en silencio, hasta mi llanto era silencioso, las lágrimas saladas cubrían mi rostro y el frío que se colaba por la pequeña ventana me tenía la piel completamente helada, la música había dejado de sonar hacía tiempo.

De repente, se escuchó un estrépito. Venía de la estufa: había colapsado. Me quedé mirándola sin saber bien qué hacer, el humo empezó a hacerse presente. Reaccioné para apagar el aparato, enjuagarme las manos y detener mis labores. Jalé la silla para sentarme y solamente en ese momento sentí el cansancio recorrer todo mi cuerpo. Observé los postres repartidos en la mesa, el desastre que se encontraba por todos lados, la suciedad en los trastes y lo oscura que estaba ya la cocina.

En ese preciso momento distinguí la carta, esa carta que me había hecho pensar si las cosas que hacía eran tan buenas como suponía. La carta hablaba de un amor no correspondido. Cuando la terminé de leer, pensé que tendría que estar haciendo otras cosas antes de dejarme caer. Pensé que no me había afectado, pero fue todo lo contrario, dolió más de lo debido, más de lo permitido. Debería de estar haciendo otras cosas o tal vez no, tal vez mi camino es ese, no hacer las cosas que me corresponden, que me mantienen sedada.

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