Sueños

pexels-lucas-pereira-2097428-scaled-thegem-blog-default

¿Por qué lastimar a alguien que sólo quería seguir sus sueños?

Me lo pregunté desde la primera vez que quise cantar, modelar o tan siquiera escribir lo que siento, para que después me lo negaran las personas con mi misma sangre o personas de mi misma edad. Daba igual, el trato despectivo era el mismo. La primera vez intenté cantar en público, fui golpeada por unas palabras que nunca olvidaré: “No sirves para eso”. La voz se me quebró, fingí estar bien y tomarlo como broma, al fin y al cabo, se estaban riendo. ¿Por qué no reírme con ellos?

Opté por la belleza, traté de verme estéticamente bonita: era la única manera en la que me sentía escuchada, o mínimo, como si mis palabras tuvieran algún valor para ellos. Me sentía vacía, sucia. Me perdí a mí misma para complacer su idealización. Notaba un interés, me hablaban, querían saber mi nombre, pero podía ver la mirada lasciva que ocultaban bajo palabras bonitas. Los aceptaba porque se veían felices, pero aún no querían saber más de mí, era ignorada cuando quería hablar de mis gustos. Terminé cansada, frustrada, odiándome a mí misma. ¿Será que mi voz no llegará a ningún lado?

Decidí no hablar con nadie, desaparecer durante meses. Quería encontrar a la pequeña con sueños, vestida en su hermoso blusón blanco, cantando a todo pulmón, modelando vestidos de seda imaginarios, pintando en sus paredes mientras cantaba, pero lo único que encontré fue a una niña con ojos hinchados, con su blusón deshilado que apenas se notaba blanco por toda la suciedad extraída del piso, sus zapatitos rotos desgastados, diciéndome con voz quebrada: ¿Sueños? Prefiero no tenerlos.

Empecé a escribir, a querer externar mis sentimientos, mi frustración, mi tristeza, para darle a las palabras un toque cálido, una caricia a mí misma al momento de leerlos, tal como un curita en alguna herida. Quería poder compartir esa caricia con cualquiera que se sintiera identificado.

Aún así eso nunca fue suficiente, lo que yo escriba lo leerán en la soledad de su cuarto, acompañados quizá de alguna dependencia física: un peluche, una mascota, algún objeto. Al final de todo, van a voltear a ver a su alrededor para darse cuenta de que, una vez terminada la lectura, solo quedas tú y este sentimiento. Eso es lo que nos conecta, a ti, a mí, a cualquiera que haya pasado por lo mismo.

50
X