Un café frío

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Hoy, después de prepararme un café caliente y sentarme a la mesa para beberlo, he vuelto al recóndito lugar donde nos conocimos, esperando encontrar en el eco del silencio las palabras que podrían salvar aquello que nunca existió.

En un intento de seguir negando lo innegable, hablo con un fantasma sin nombre, al que me gusta llamar por el tuyo, que yace junto a mí en un espacio hipotético dentro de mi imaginación, justo como tú solías hacerlo en los buenos tiempos.

Miro hacia la nada buscando una respuesta. Quiero saber por qué sigue doliendo tanto tu ausencia, si nunca fuiste más que un fantasma con nombre y apellido, en algún lugar inexistente, pero hipotéticamente, situado junto a mí.

Detengo mi vida y paso las horas pensando en lo que fue y no volverá a ser, en lo que pudo ser y no será. Sigo torturándome con la esperanza de volver a coincidir contigo, mientras me ahogo en un inconmensurable mar de fantasías y caprichos.

Aún recuerdo cada momento que vivimos, y cómo se sentía ser feliz cuando estabas aquí. Aún pienso en tu bello rostro, y en las promesas que nos hicimos y no cumplimos. Aún cuento los días que han pasado desde tu partida, y todas las razones por las que te amo y te amaré por el resto de mi vida.

Y sé que debería estar haciendo otras cosas, porque hay una pila de trastes sucios en la cocina, listos para ser fregados, y un montón de mensajes en el celular anhelando ser respondidos. Hay una vieja flor en el jardín esperando ser regada, y una gata hambrienta ansiando ser alimentada. Hay correo en el buzón deseando ser leído, y un café frío sobre la mesa, aguardando ser bebido.

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