Ventaja decisiva

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La primera partida fue un desastre: llevó las piezas negras con la defensa Alekhine—lo cual no habría sido nada extraordinario excepto porque estaba jugando el match por el campeonato del mundo contra este experimentado jugador—. A pesar de haber llegado quince minutos tarde, consiguió alargar el encuentro hasta la jugada 43, pero francamente se encontraba perdido y resultaría imposible evitar el avance del peón de la columna D al mantener incomunicadas sus piezas mayores. 

El segundo juego tendría lugar justo al mediodía en la misma locación, el Club Argentino de Ajedrez. Faltaban dos horas para comenzar y la jugada inicial aún no estaba decidida. Las partidas abiertas eran su especialidad, pero el sueño había sido tan real: e4 lo llevaba a un callejón sin salida en menos de treinta jugadas. Sentado ante el tablero, los macabros gritos de su contrincante se intensificaban. Poco a poco el rostro que tenía enfrente se volvía informe pidiendo a gritos su rendición. No pudo dormir después de eso. Tratándose de un torneo de esa magnitud no podía arriesgarse con otra apertura que no fuera e4 hasta empatar el marcador. Salió del hotel a comprar cigarrillos en un quiosco cercano. La espera del vuelto fue la culpable, pues de reojo alcanzó a ver el titular: ¡Aplastante derrota para Carlos Torre! Lo compró de inmediato. Bajo las palabras de Carlos Querencia—el árbitro del primer encuentro—, su estilo era magistral, fuera de serie, con una estrategia impecable, pero pocas veces cómodo en partidas cerradas, por lo que era de esperarse que el mexicano optara por e4 y que Alekhine propondría aperturas cerradas en los encuentros venideros.

Apenas vio el punto final, tiró el diario a la basura. De pronto, todas sus dudas desaparecieron, se dio cuenta que tenía en sus manos una oportunidad invaluable, la ventaja que solo la sorpresa es capaz de brindar. Lo arriesgaría todo. Regresó al hotel volando y subió las escaleras frenéticamente. Una actitud inquebrantable dibujaba una sonrisa en su rostro. Esta vez se rasuró de manera impecable y salió del cuarto portando su mejor traje. Se dieron la mano. Carlos Torre a las blancas, en un instante dejó boquiabiertos a todos los espectadores, a quienes sintonizaban la transmisión por la radio nacional y, sobre todo, al defensor del título mundial. El ruso nacionalizado francés le dirigió una mirada breve antes de apuntar en la papeleta la jugada d4.

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