Antes de las 9

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Hoy, como todos los días, salí de casa rumbo a mi oficina. Mi iPhone, a raíz de que actualicé su sistema operativo, se quedó sin batería. Estaba muerto, y me pregunté: ¿y si surge alguna emergencia?, ¿y si surge algo inesperado? No le di mucha importancia y continué mi camino. Al llegar a la línea 2 del metro, en la estación Ermita, miré mi reloj. Eran siete, quizás ocho minutos antes de las nueve de la mañana.  Abordé el primer vagón. 

Estábamos entrando a la estación Portales cuando se empezaron a escuchar gritos de terror de las personas que estaban en el andén. ¿Qué estaba pasando? Inmediatamente el tren detuvo su marcha y al instante empezaron a llegar policías y personal de seguridad.  Mientras tanto, nosotros seguíamos dentro de los vagones con las puertas cerradas. A las personas que se encontraban en los andenes las desalojaron y ya no permitieron más el acceso. La estación fue cerrada. A una mujer como de sesenta años la sostenían otras dos personas mientras iban rumbo a la salida, lloraba de horror e incredulidad. ¡Ella había visto todo! Al fin, después de unos minutos, nos enteramos de que alguien se había arrojado a las vías del metro. Una persona más había decidido acabar con sus días. Mientras personal de seguridad trataba de localizar el cuerpo, al tren lo echaron en reversa. Y sí… lo que me imaginaba, el cuerpo ya inerte, sin vida, estaba justo abajo del vagón en el que yo me encontraba.

Sobre calzada de Tlalpan ya esperaban varias patrullas y ambulancias, incluso un camión de bomberos. Las personas en la calle se detenían para saber qué es lo que había sucedido. Hablaban por teléfono, corrían, se coordinaban. En tan solo quince minutos el personal responsable ya había logrado recuperar el cuerpo; lo amortajaron, se lo llevaron en una camilla y lo subieron en una ambulancia. 

Después de esto, dentro del metro todo siguió igual. Las prisas, las llegadas tarde al trabajo, o al colegio, los gritos de los vendedores ambulantes, risas, pláticas triviales, los apretujones, las pestes por el retraso del metro, todo siguió su curso normal. Sin embargo, algo grave había ocurrido, una persona como tú, como yo, había decidido terminar con su vida. Fueron momentos de tristeza y reflexión. ¿Por qué la gente decide acabar con su vida?, ¿no tenía dinero?, ¿no tenía trabajo?, ¿la había abandonado su pareja?, ¿tenía una enfermedad terminal?, ¿de qué tamaño era su dolor?, ¿por qué lo hizo en público y no de la manera más solitaria, alejada y callada?, ¿fue una denuncia contra la sociedad, contra el gobierno, contra su familia, contra la vida misma o, acaso, contra el mismo Dios?

En esos momentos de tensión y aflicción llegó a mis pensamientos la melodía de The Beatles llamada A day in the life, que habla de muerte y que se asemeja a esta historia: “and though the news was rather sad”. 

Todo se vuelve rutina, todo, incluso la forma de acabar con una vida.

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