
Su abuela lo llevó al mercado de los viernes. Jamás olvidaría esa imagen: un cuerpo tirado en el camión que transporta los elotes. El señor, unos 35 años, la panza de fuera. “Fueron los gusanos. Se le metieron en la cabeza.”
Axel no come elotes desde ese día. En las noches se tapaba los oídos para que a ningún animal se le ocurriera entrar. Le daba salpullido de solo pensar en el líquido correoso que suelta esa planta mesoamericana. Rezaba para que se le fuera el miedo. Crucifijos y rosarios en la cabecera.
Ahora es ateo, pero cree en fantasmas. “¿Se puede?” “Son dos cosas muy distintas”, me dijo. Releo las cosas que escribí de él. Entablé solo unas cuantas conversaciones; no soy muy social y él no confía en nadie. “Ve Perdita Durango.” Lo hice. Una mujer sin escrúpulos y Javier Bardem de narcosantero donde el romance no tiene lugar o al menos no el que está en el mundo del ideal. Humor negro. Así es él.
Axel no baila. Odia los lugares concurridos. Le molesta la música que excede los 85 decibeles recomendados por la OMS. También le recuerda a la casa del tío Rafa; botellas y botellas vacías, una reunión familiar que termina en pelea campal. El hedor de cigarro consumido y Torres 5 que expulsan los hocicos de su parentela. Excedían los 85.
Axel siempre carga un cuchillo. Lo usó aquel día que salió por su hija al metro. Recuerda los borbotones de sangre que salían del cuerpo, así como en Perdita, pero no reía como Romeo al quitarle el corazón a su víctima.
Pasados imborrables, compañías insaciables y un montón de historias no contadas.
La presa Zimapán es una central hidroeléctrica donde Axel acostumbraba pescar. “Pesca deportiva. Regreso a los peces ya que los cacho.” Qué aburrido. “La mejor pesca de lobinas.” Una especie de sangre fría que abunda en el cuerpo de agua.
“¿Dónde está Axel?”
Un hombre estaba ajustando el anzuelo cuando vio un cuchillo en la orilla. Su mirada se desvió cuando las patrullas cercaron el lugar. “Señor, tiene que retirarse. Sí, encontraron otro cuerpo.”
La presa es particularmente insegura cuando sus visitantes se acercan a la toma de agua que pasa por los motores. Estos los succionan. Axel lo sabía.
Ya no baila, ni sueña, ni teme. Axel no comprendía. Sus días eran un eterno conflicto. No existían palabras dichas, ni reflexiones escritas. Solo me queda tratar de entender el adentro del afuera mediante estas líneas, y tal vez de esta manera conocer(te)me.v
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