Canto

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Por la noche escuché el canto de un ave.

Al amanecer nadie decía una sola palabra. Sin quererlo, sus miradas sugieren que deje todo atrás. Durante el funeral, el mutuo acuerdo de extender el silencio se irrumpe con las miradas. Tengo la impresión de que cada rostro parece persuadirme de disipar esos recuerdos tuyos de mi corazón. Todo pasa por algo. Lo más importante es que siga con su vida, escucho que murmuran a mis espaldas. Sin consuelo, no tuve otra opción más que beber de ese remedio. Así que cada día me dirigí hacia el autobús, caminé hacia el trabajo, y ocupé mi escritorio, como debía hacerlo. Irónicamente, la rutina ha sido mi único medicamento. Sin embargo, no es mi mejor alivio.

Con el tiempo aprendí a disimular el dolor. Las veces en que lloraba, apenas unas calles antes de llegar, incluso minutos antes de ingresar a la oficina, eran menos. Sólo persistió este dolor en mi pecho que me incita a buscarte en los aromas, en mi tristeza infinita, en la soledad mía. Confieso que por las noches deseo que al cerrar mis ojos tú llegues a mis sueños, pero no fue así. En cambio, mediante dosis pequeñas, aunque acumulables, el dolor subía hasta mi garganta. Era entonces que me orillaba a hacer cualquier cosa que llevara consigo la promesa de poder olvidarnos. Hay momentos en que la mente, apresurada por el corazón, nos exige a cada momento: deberías hacer otras cosas. 

Debería olvidar…

Desde que la muerte nos visitó, todo cambió: físicamente tú no regresaste. Mariposa, mía, al final te has convertido en recuerdo. Tu metamorfosis desencadenó en mí una búsqueda constante del olvido. Entre escombros, todas las cosas que hice buscaron olvidarte.

Pese a todo, al caer la noche, cuando veo nacer nuestra luna, pienso en el encanto de esa ave. Ese peculiar canto, al tocar su melodía, nos advierte que la vida no se detiene, que las cosas que debemos hacer siempre nos esperan; pero también anuncia el tiempo en que debemos mudarnos. 

El ave y yo nos volveremos a encontrar, quizá de frente, para escuchar juntos mi último canto.

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