
¿Debería estar haciendo otras cosas? Quisiera entender mi acelerada necesidad por escribir, como si el hecho de no hacerlo acarreara consecuencias terribles, pero comprendo por qué lo hago: me ayuda a entenderme a mí misma.
Por ejemplo, no me gusta perder el control: me refiero a mi trabajo, mi comida, mi espacio, mis relaciones, o en este caso, mis libros. El problema es que me he mudado tantas veces, que hoy he notado cuántos he perdido. Por más que quiera tenerlos juntos, el límite de 10 kilos del avión siempre desmantela mis planes. Entre esos libros extraviados, extraño mi libro de cuentos de Andersen, portada azul de pasta dura con una calcomanía de Sabritas que le pegué cuando tenía ocho. Papá entró temprano a mi cuarto en mi cumpleaños y me lo entregó para leer un nuevo libro juntos.
Quiero ser una buena hija, él estaba seguro de que sería una mujer de la que él se sentiría orgulloso. Recuerdo bien el sentimiento, por eso requiero mis cuentos de Andersen.
¿Cómo debería componer esta situación? Lo más objetivo sería, ya saben, dejar ir cualquier rencor que me mantenga ligada al pasado, avanzar y hacer las paces con las personas a mi alrededor y conmigo misma. Pero me conozco, no, no dejaré ir ese libro ni ningún otro con una historia. No me permito soltar las cosas tan rápido, me gusta dejarlo todo hasta que pierdo cada opción. Seguiré buscando mientras pueda mi valioso libro con una calcomanía pegada, lo voy a buscar hasta encontrarlo o al menos hasta lamentarme lo suficiente.
Entonces, ¿debería estar haciendo otras cosas? No, porque esta necesidad de tener el control sobre cada cosa a mi alrededor es asfixiante. Desarrollo un miedo enigmático dentro de mí, me invaden la cabeza telarañas enredadas y extraordinariamente fastidiosas, pensamientos que abaten cada pequeño espacio.
Los métodos para poder sosegar esta ansiedad me mantienen al borde de la situación, pero no puedo desechar todos mis pensamientos. ¿Cómo podría hacer eso? Ni siquiera lo logro con mis libros viejos. Las cosas en las que pienso me hacen crecer. Gracias a que puedo escribirlo entiendo que no debo luchar contra esto, no quiero rechazar la persona que soy. En el momento en el que decidí dejar de rechazarme, también los demás dejaron de hacerlo. No quiero abordar otra historia, porque la respuesta a la pregunta ya la encontré. Además, hoy no opacaré con otro relato a mi libro de pasta dura y azul.
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