El baile

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Yo, ahora, debería estar haciendo otras cosas en lugar de estar escribiendo esta nota en la última hoja de la bitácora donde registro a los comensales. Pero no puedo, estoy poseída por una imperiosa necesidad de escribir. Escribo, principalmente, para entender y asimilar mis sentimientos por el mesero que en este momento se dispone a tomar la orden de la mesa cinco en la terraza. Me tiemblan las manos y los latidos de mi corazón han alcanzado unos límites insospechados. Me encuentro fascinada y conmovida ante este cariño tan puro que ha sido capaz de florecer en medio de las inmundicias de nuestro lugar de trabajo y quiero captar cada detalle. 

Son las once y media de la mañana y el cielo resplandece su azul cegador. En la lejanía, suena nítidamente El baile de Pedro Pastor y Los locos descalzos con Lola Membrillo. Daniel termina de tomar la orden. Mientras camina hacia mí, la voz de Lola acompaña sus pasos. Sé que me vas a partir, aun así deshago los miedos. Desarmarás mis esquemas y así aprenderé. Sé que no estoy preparada, pero, ¿acaso se está alguna vez?

Aquella estrofa se siente como un presagio…

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