
¿Debería ser parte de la maquinaria?
Quién sabe… tal vez, lo más seguro es que debería ser una asalariada con ingreso estable, horario de godín y prestaciones de ley, odiando los lunes y mal comiendo los siete días de la semana, reírme de los chistes malos del jefe en turno, querer que me llegue el aguinaldo más que ver a mi madre en navidad, despertarme hasta la 1:00 pm el día de mi descanso (rolado, por supuesto), quejarme de las jornadas de 8 y hasta 10 horas laborales, odiar al superior que paga las horas extra con pizza fría, llegar a mi casa oliendo a ruta de camión en hora pico y dormirme mientras “veo” la serie del momento.
¡Ah!, qué te digo yo, tal vez si fuera parte de la maquinaria dejaría de preocuparme tanto, posiblemente no viviría en una perpetua inestabilidad emocional y económica. De a ratos, cuando las cosas no van según los planes, pienso que debería dedicarme a encontrar un trabajo con mi título universitario por delante y, una vez que lo obtenga, permanecer ahí hasta que pueda cobrar mi jubilación.
A lo mejor lo que me hace falta es aprovechar mejor mi tiempo y, claro, ser parte de la maquinaria.
¿Será que la vida es más sencilla de esa manera?, ¿todo dolerá menos?
El gran problema es que la sangre me ha hervido en las venas desde el vientre de mi madre, siempre me ha gustado sentir el flujo constante de la vida pasar por la piel, tal vez… por eso dedico mis días al presente y no al futuro, ¿no crees?
Además, a la mala he aprendido que la vida de uno puede cambiar en un mísero instante. Aunque pasara mis años de juventud construyendo una muralla sólida, solo se necesitan dos granos de arena de lo incontrolable —del destino, si quieres llamarlo así— para que esa muralla se desmorone como mazapán.
Así que, ¿debería ser parte de la maquinaria?, ¿debería estar construyendo esa muralla de seguridad, de lo conocido?
Quién sabe… lo que sí sé, es que prefiero ir creando pequeñas torres, para moverme cuando una se desplome…
Y eso, para mí, suena más sensato.
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