Habitación 202

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Llegamos a la ciudad natal de Hugo, mi esposo, después de cinco años de matrimonio, aunque nunca me quité de encima la añoranza de mi hogar porque era realmente feliz en esa gran ciudad, aunque ruidosa. Fue así como una mañana llegó la noticia que cambiaría nuestras vidas, una mejor oportunidad laboral para ambos en la ciudad natal de Hugo.

Comenzamos a trabajar en un hotel del corazón de la ciudad, ambos en el área del restaurante. Pasábamos ahí la mayor parte del día y dormíamos en un pequeño cuarto que rentamos a dos cuadras de ahí. No negaré que iniciar de cero otra vez me resultaba romántico. Al cabo de diez meses, logramos establecernos en un sitio mejor. Solíamos salir con amigos, invitarlos a casa. Disfrutábamos de nuestro amor.

Yo pensaba que todo iba bien, pero había una chica que me causaba cierta incomodidad; una recamarera que solía sonreírme irónicamente en los pasillos de las habitaciones del piso dos. Me preguntaba si se burlaba de mí. La respuesta me la dio el tiempo y mi amigo Julio.

Julio era el supervisor del restaurante, un adorable y respetable hombre de espeso bigote blanco y cabello canoso. Un día me pidió hablar a solas en una de las mesas apartadas de la clientela. Me dijo que había visto entrar a Hugo a la habitación 202 esa misma tarde. Mi temor me embargó de tal manera que salí disparada hacia aquella habitación y, con la llave en mano, entré de golpe. Me encontré con mi esposo sobre la recamarera que solía sonreírme en ese mismo pasillo desde hacía varios meses.

“¡Clara!”, lo escuché llamarme mientras salía a medio vestir de la habitación. Iba detrás de mí y aunque tiraba de mi brazo con fuerza, mi único pensamiento era “tengo mesas que atender”.

Al término de mi turno, le conté a Julio mi descubrimiento y me refugió en sus brazos como si fuera un padre. Decidí entonces presentar mi renuncia mientras Hugo seguía en el trabajo. Fui a casa para tomar mis maletas para regresar a mi ciudad y aunque han pasado dos años de ello y él sabía dónde buscarme, Hugo nunca vino por mí.

Comencé a trabajar en otro hotel y Julio me siguió. Cada vez que paso por enfrente de algún hotel de aquella cadena, maldigo a Hugo con todo mi corazón y después sigo adelante.

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