He perdido el rumbo de mi vida

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«He perdido el rumbo de mi vida», me he dicho a mí misma todas las noches antes de dormir.

Desde que leí el título de esta convocatoria, esa frase ha rondado por mi mente, pues me he cuestionado si lo que mis manos ejecutan día con día puede considerarse como el deseo más íntimo de mi corazón. 

Considero que actualmente nos afanamos tanto por lograr y poseer, que olvidamos nuestras auténticas convicciones, o por lo menos, tratamos incansablemente de suprimirlas para así impedir que nuestros sueños más profundos griten y podamos escucharlos.

Trabajo en algo que no me llena en lo absoluto, en un área que se aleja profundamente de lo que estudié y del objetivo que me planteé al salir de mi alma mater: «desenvolverme como filósofa, pensadora e investigadora, permanentemente inquieta por la verdad, el estudio, la discusión y el diálogo». Y es ahí donde la frase «debería de estar haciendo otras cosas» lacera mi mente y me hace pensar en el hubiera, en los factores que me orillaron a ignorar el faro y a adentrarme en aquel océano oscuro y devastador llamado vida.

En mi tiempo libre me dedico precisamente a lo que me llena el alma, a escribir insaciablemente historias ficticias y no tan ficticias en las hojas de papel que, con el paso de las horas, toman forma y se van agrupando una tras otra, como si estuviera poseída por la más hermosa, lucida y eficiente divinidad que inspira mis textos y me permite respirar aquellos lugares y atmósferas que jamás experimentaré en cuerpo o alma. 

La ironía de esta vida se encuentra en que lo que más amo es considerado una pérdida de tiempo, y por lo mismo, no puedo darme el lujo de vivir de ello. 

No estando la suerte de mi lado, la Pandemia trajo más miseria a mi existencia. Si las Humanidades de por sí ya eran consideradas como una lacra para la sociedad revolucionaria,  tecnológica y consumista, la contingencia limitó más mi campo de realización. En el universo de posibilidades, limitadas, pero al fin de cuenta posibilidades, la pausa del mundo que conocemos cerró por completo toda fuente de sustento para las personas como yo. Incluso si hago lo que más amo en mis tiempos libres es inevitable pensar qué sería de mí en estos momentos si la corriente no hubiera desplomado mis alas cuando iniciaba el vuelo más importante de mi vida. 

¿Perdí el rumbo de mi vida? Incesantemente me pregunto. Y es que el futuro, o por lo menos el mío, se vislumbraba prometedor, y al contrarrestarlo con mi realidad actual me siento desheredada por aquella que he llamado madre y progenitora de toda ciencia y forma de expresión.

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