Tengo atravesada la culpa de no escribir lo suficiente,
de dejar mis sueños en las nubes por poner un pie en el piso.
Tengo instalada la culpa por no ser más organizada
y por no aprovechar las 24 horas del día.
Por las noches escucho una voz que me cuestiona,
¿por qué hoy no has escrito?, ¿por qué hoy no leíste?,
¿por qué hoy no has hecho ejercicio? Así todos los días…
También tengo remordimientos por no tener un espacio para escribir.
Siento culpa de no hallar un momento de silencio para concentrarme.
Culpa, culpa por no tener una excelente ortografía y redacción.
Remordimientos por ver videos en TikTok y no ponerme a escribir.
Siento miedo de que a quien me lea, no le guste lo que escribí.
No le temo a la hoja en blanco, pero no me siento a escribir.
Siempre hay algo más que hacer, como contemplar a la coneja
u oler las flores del centro de la mesa.
Tengo atravesada la culpa de no darle prioridad a mi escritura.
Culpa, también, hay culpa por no darme a mí la prioridad que merezco.
Hay mucha culpa por aquí…
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