Lo que debería estar haciendo

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El camión se detiene, son las 10:30 AM. Los paramédicos llegan y preguntan si hay algún familiar del accidentado. El camión chocó y lo atropelló. Me dirigía a inscribirme a la universidad. Después de este día supe que mi vida cambiaría para siempre.

Habían pasado ocho meses desde su partida. Hice todo lo que no debí hacer. Dejé de vivir cuando debí dejar que todo fluyera. Tengo el recuerdo de ese viejo amor que me abandonó, los sueños que se quedaron en papel, las personas que se perdieron en el camino y mi triste pero inevitable destino. La frustración me ha perseguido desde entonces, pero después de ese instante todo me parece muy claro.

Decidí renunciar a mi trabajo y comenzar a vivir mi sueño: ser médico. Tengo fe en que, a pesar de la distancia, aun me observa y me cuida, fuimos infinitos, somos infinitos. Pienso: ojalá esté orgulloso de mí, porque hoy más que nunca yo lo estoy.  

Odié los últimos 240 días de mi vida, pero hoy… Hoy vuelvo a ser yo, hoy vuelvo a soñar. Observo las ventanas, estoy cerca del hospital, una ambulancia resuena, veo a toda la gente pasar, la fila de la inscripción al examen de la universidad me espera. 

Verme en la camilla dentro de aquella ambulancia me vuelve poco elocuente. Ya no respiro, observo mis brazos, atravieso las paredes, ya no estoy aquí, mi último respiro fue hace 3 segundos y la hora de mi deceso marcaba 10:59 am. Ahora ya no hay tiempo de hacer lo que debería estar haciendo. 

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