Musa vagabunda

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Debería estar haciendo otras cosas.

No esconderme bajo un toldo agujereado en una estación de hiper loop, mientras trato de no morir ahogada antes de llegar a pagar la cuota de mi habitación al casero del contenedor donde vivo.

Eso sería más sencillo, claro, si no viviera en una de las ciudades más grandes del mundo. Hay dieciséis niveles entre el hiper loop y mi casa. Nada en este sitio es cómodo, la lluvia es particularmente cruel, porque saca a relucir cosas como los olores. Uno podría pensar que Ciudad Bellas Artes olería a rosas o jazmín, pero a lo único que huele cuando llueve es a pipí rancia.

La vida se siente un poco así, rancia y pesada.


El problema de pensar demasiado las cosas es que te das cuenta de que no puedes morirte inconscientemente todos los días, como los demás.

Así que cuando te ven, te juzgan y te encuentran insuficiente por tu falta de estatus alienante. Pasa eso, que empiezan a hacerte partícipe de sus dudas.

Ya deberías estar siendo una musa famosa, trabajando en tu imagen, odiando lo que eres, tendrías que tener varias casas, un montón de coches y patrocinadores, que en realidad son proxenetas…

Bien, cualquiera se sentiría inadecuado al darse cuenta que con esfuerzo apenas y tienes salud.

Sí debería estar haciendo otras cosas, no escribir, ni dibujar, ni tratar de encontrar un equilibrio en esta era demencial. Tampoco debería cantar, no me hicieron para eso, pero me sale bien, pone comida en mi mesa y un techo sobre mi cabeza. De todos modos, es difícil…

Entonces debería adormecerme y morir despacio todos los días, sin aspiraciones, ni entretejidos mentales, debería resignarme y buscar complacer las expectativas de extraños que ni siquiera me conocen.

Sí, debería, para encajar más fácil.

Pero me encanta la disidencia, rancia y problemática.

Así que ese es un punto muerto entre lo que se supone que debería hacer, lo que hago y esos destellos interminables de lo que me hace feliz.

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