No debería pensar

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Aún me acuerdo de la primera vez que me dijeron que pensar hace daño. Estaba acostada en mi cama, tendida bocarriba, sin música, sin videos… 

De repente, alguien abrió la puerta: 

—Hija, ¿qué estás haciendo? —preguntó mi abuela.

—Estoy pensando…

—¡Ay no, hija! Eso no es bueno. 

También recuerdo los trayectos en metro con mi mamá, suficiente tiempo para jugar, chismear y bromear. Había momentos de silencio y a mí me encantaban porque podía concentrarme en caminar y caminar por un bosque a la vez calmo y ruidoso de pensamientos sin fin. 

—¿Estás bien? 

¡Cómo me molestaba que me interrumpiera! Yo ya había creado mi mundo y ella entraba con una pregunta tan superficial… Nunca le explicaba lo mucho que me molestaba, hasta que un día se enojó porque no le quería decir qué tenía:

—Pues estoy pensando y no me gusta que me hablen cuando estoy pensando.

Ella no lo entendía, se le hizo una payasada y como a mí no me convencía eso de tener que defender mi opinión, pues solo agachaba la cabeza diciendo que pondría atención a lo que fuera que me contase. 

Debería dejar el pasado, ¿no es verdad? Debería estar planeando qué hacer a largo plazo, porque si no, puedo terminar en la maldición de no querer ser la Mujer Maravilla. Y es que en todos lados aparece ese gran consejero: «lo que deberías estar haciendo es…».

De acuerdo, entiendo el punto: «deja de pensar y pon manos a la obra», pero ¿entonces el sentido de vivir es ser evaluado constantemente?, ¿lo hiciste bien?, ¿lo hiciste mal?

Me canso de no saber qué escribir, reviso el celular y hay un mensaje de mi papá: «Sube, por favor». 

¡Demonios! Realmente no quiero subir. Ha sido una semana agradable, disfrutable, nueva… realmente no quiero subir. Sin embargo, subo.

—Mira, considero que es mejor que empieces a producir dinero trabajando y estudiando, a que estés viendo Netflix…

—Si ni siquiera tenemos Netflix. 

—Bueno, es un decir, a lo que me refiero es que, si no sabes qué hacer con tu vida o sigues perdiendo el tiempo pensando, mejor deberías dejarte guiar. 

¿Él sabrá qué hacer con la vida? De cualquier manera, estoy de pie con alguien que no puede dejar de ver su celular por dos segundos para verme a los ojos, pero no importa. 

Lo que sí importa es lo que debería estar haciendo.

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