Miro la ventana, la clase parece un sinsentido. Las palabras salen de la boca del profesor y se quedan flotando en el aire. Escucho sin oír.
—¿En qué piensas? —Me pregunta un amigo—. Ya terminó la clase, vamos a desayunar.
Cuando salgo del salón mi mente sigue en la ventana, en la luz del sol, en los reflejos que emite, en su multicolor. Pienso en todo lo que ha pasado estos dos años. No han sido precisamente amables para mí, bueno, para nadie en general.
Pienso que el regreso a la presencialidad se siente intensamente. Más viajes, más caras nuevas, más tiempo (sobre todo en los traslados). Pareciera que estamos recuperando la normalidad.
Sin embargo, me queda la espina: ¿qué estaríamos haciendo ahora si la pandemia siguiera?
¿Qué si nunca hubiera estado? ¿Qué otras cosas estaríamos haciendo?
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